Ellos son más fuertes, físicamente hablando, y por lo tanto nosotras somos débiles. Así que bajo La ley del más fuerte se han instaurado diferentes formas de sometimiento femenino en cada rincón del planeta. De modo que dependiendo del lugar y la cultura se nos vende, maltrata, lapida, mutila y mata con total impunidad.
Estas prácticas se asocian a países con un bajo índice de desarrollo humano (IDH), pero ser mujer es motivo suficiente para vivir con miedo en cualquier parte del mundo, por el mero hecho de existir.
El miedo es una sensación con la que aprendemos a vivir apenas entramos en la adolescencia y comienzan a manifestarse los caracteres sexuales secundarios. A partir de ese momento caminar solas por la calle, ir en el metro o autobús o montarnos en un taxi son situaciones susceptibles de hacernos pasar un mal rato.
Llegada a la adultez el miedo tiene consecuencias tan transcendentales que, en muchas (demasiadas) ocasiones, condiciona nuestra vida.
Llegada a la adultez el miedo tiene consecuencias tan transcendentales que, en muchas (demasiadas) ocasiones, condiciona nuestra vida.
La incorporación al mundo laboral nos exige no solo competencia profesional si no que también la renuncia a nuestra propia biología. En un entorno profesional tener la regla, quedarse embarazada, dar el pecho o tener la menopausia no está bien visto. Así que inevitablemente nos vemos tácitamente obligadas a ir en contra de nuestra propia naturaleza y aplazar la maternidad, reducir la lactancia al periodo de baja maternal y aguantar estoicamente y, sin que se note, la sintomatología de nuestro ciclo menstrual y/o la retirada del mismo. Y todo esto solo por el miedo a ser despedidas.
En una sociedad en la que la mitad de la población (49,5 % mujeres) tiene miedo de la otra mitad (50,5 % de hombres) hay algo que no va bien. Es más, algo va muy mal. Las mujeres tenemos derecho a vivir sin miedo a que nos maltraten, a que nos violen, a ser cuestionadas a la hora de denunciar una agresión y a sentirnos mujeres, aunque nuestro cromosoma sexual sea XY.
Así que el feminismo no es una moda ni una estrategia de marketing y tampoco es una cuestión de colores, ni de política sino de derechos humanos, porque ser una mujer libre y vivir sin miedo no es una ideología, es una necesidad.
En una sociedad en la que la mitad de la población (49,5 % mujeres) tiene miedo de la otra mitad (50,5 % de hombres) hay algo que no va bien. Es más, algo va muy mal. Las mujeres tenemos derecho a vivir sin miedo a que nos maltraten, a que nos violen, a ser cuestionadas a la hora de denunciar una agresión y a sentirnos mujeres, aunque nuestro cromosoma sexual sea XY.
Así que el feminismo no es una moda ni una estrategia de marketing y tampoco es una cuestión de colores, ni de política sino de derechos humanos, porque ser una mujer libre y vivir sin miedo no es una ideología, es una necesidad.