Noches de Gin Tonic y Pasión

Mi post para Constance Barcelona:

Noche de verano. Hace calor. Mucho calor. Te levantas del sofá, te diriges al baño y te miras en el espejo. Levantas la ceja derecha y te asomas ligeramente al marco de la puerta, para adoptar el ángulo desde el que visualizas el enorme reloj de pared que preside el comedor. Aún no son las doce… Te das una ducha rápida, te vistes, haces una llamada: -¿Dónde estáis?- Media hora después estás en una terracita con un par de amigos pidiendo, como no, un Gin Tonic*.


- ¿Un brindis?
- ¡Por nosotros!


Amargo, seco, cítrico y refrescante. Es la sensación que invade tu paladar y recorre tu garganta en el primer sorbo y piensas cómo me apetecía.

Este es el principio de muchas noches de verano.

A estas horas de la película, muertos los prejuicios contras las bebidas blancas, todos hemos compartido velada, risas, coqueteos, etc. con un Gin Tonic en la mano, y es que del vaso de tubo y el cubata ya no queda nada.

Cuando algo se pone de moda es normal que se versione, se experimente y que evolucione. Este es el caso de nuestro cóctel favorito, que ha pasado de ser una mezcla explosiva de ginebra y tónica a ser casi un postre de frutas con algo de licor que, aunque delicioso, a nosotros nos gusta mucho más el clásico con un toque de aceite de oliva. Aunque hay opciones de lo más atractivas, como el Ice Gin o la gelatina de Gin Tonic.

El coctel ha adquirido tal fama que incluso se ha hecho una ruta de peregrinos emulando al espiritual y nada pecaminoso Camino de Santiago, sustituyendo las paradas en los albergues, por paradas en locales en los que degustar un buen Gin Tonic.

- ¡Por nosotros! 
- ¿Qué perfume llevas hoy? 
- ¿Quieres probarlo? 

Dos Gin Tonic más tarde, probó el perfume.


*Bebe con moderación, para no ser la responsabilidad de otros.